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Expertos chilenos buscan en la Antártica líquenes para desarrollar antibióticos

Científicos de la Universidad de Concepción (UdeC) evalúan propiedades antibacterianas de planta antártica y su potencial uso para combatir bacterias resistentes.

Conocido como el fármaco que ganó la II Guerra Mundial, la penicilina fue uno de los primeros antibióticos. Sin embargo, pronto los científicos advirtieron que las bacterias tenían la capacidad de resistir sus efectos.

Las bacterias se han hecho cada vez más resistentes a los antibióticos, problema para el que se buscan alternativas.

La solución podría estar en los líquenes antárticos, los que tienen un metabolismo especial que, además de permitirle colonizar ambientes tan hostiles como la Antártica, contienen sustancias con capacidades antibacterianas.

Los líquenes componen una sociedad biológica entre un hongo y un alga o un hongo con cianobacterias (un tipo de bacteria).

Gerardo González, bacteriólogo de la U. de Concepción, lleva años estudiándolos y en un nuevo proyecto aprobado por Fondef, busca potenciales líquenes para ser usados en la lucha contra bacterias multiresistentes a los antibacterianos. “Por ser un ambiente extremo, la Antártica obliga a los organismos a tener capacidades para producir compuestos únicos”, dice González.

Los investigadores extraen estos líquenes, los identifican y -en el laboratorio- buscan metabolitos secundarios (compuestos específicos de la planta) para probar su capacidad de formar biopelículas que inhiben las bacterias. “Necesitamos buscar nuevos compuestos contra las bacterias resistentes.

Cuando los encontremos hay que sintetizarlos para, por ejemplo, desarrollar aerosoles para usar en hospitales o en la acuicultura, para evitar que las bacterias se peguen a las jaulas”, dice el bacteriólogo.

Hoy están extrayendo líquenes para su análisis. Lo hicieron en enero y lo harán de nuevo a fin de año, cuando vuelvan a la Antártica.

Algunos líquenes ya han sido caracterizados en el laboratorio y se están purificando los compuestos para hallar sus propiedades antibacterianas.

Por ahora, hay al menos una molécula prometedora, pero el trabajo, advierte González, es lento.